Cuando Machagai aún no se recuperaba del todo de las correrías de los famosos bandidos, o justicieros sociales dependiendo de quién lo mire: Isidro Velázquez y Vicente Gaúna, un hecho volvió a teñir de una pana negra a las crónicas policiales de la época. Y es que a finales de los años sesenta, en la localidad de Machagai más específicamente en el paraje La Tambora, un misterio dejó paralizado a todo un pueblo.
María no aparece
Carlos Genó esperaba el regreso de su hija María Ángela del colegio. La niña debía andar en su bicicleta unos 4 kilómetros hasta alcanzar la casa de campo de la familia, pero por algún motivo aquel día, 26 de agosto de 1968, la niña de 11 años tardaba en llegar. Al principio, el padre de la familia se tomó con naturalidad el retraso, pero las horas pasaron y la familia empezó a preocuparse. Entonces tomó le sensata decisión de dirigirse hasta el colegio. A mitad de camino se encontró con la bicicleta abandonada de su hija y junto a la misma el portafolio que ésta llevaba al colegio. Alrededor solamente el espeso monte, ni un rastro de María, ni un sonido. Tal vez, lo primero que atinó a hacer Carlos fue llamarla en voz alta, pensando que por algún motivo la niña se había salido del camino por algo. Nadie respondería a sus llamados. Entonces empezó a preocuparse de verdad, aquello no era normal. Fue cuando notó una nota colgada de un hilo de uno de los manubrios de la bicicleta.
En la misma un escrito a mano anunciaba que María había sido secuestrada, que pedían 400 mil pesos por el rescate, que el pago debería hacerse en tal lugar especificado en la nota y que si la familia se contactaba con la policía la matarían. Al pie, la nota era firmada por: «el primo de Gaúna», lo que se interpretó como una alusión a un grado de parentesco con el célebre bandolero Vicente Gaúna, quien no hacía mucho había caído abatido por las balas policiales junto a su compañero Isidro Velázquez.
Carlos recorrió los montes llamando a su hija en voz alta pero sin ningún tipo de respuesta, María se había desvanecido. El terror empezó a apoderarse del hombre y sin saber muy bien cómo reaccionar contactó con sus vecinos los cuales se acercaron al lugar donde estaba abandonada la bicicleta, y acompañando al padre, buscaron por los montes aledaños a la menor. Nada, María no aparecía.
Según medios de la época, la cita convenida por el o los raptores era a las 18:30 horas del mismo día, el lugar sería en un camino que desemboca en Las Garcitas donde un pañuelo indicaría donde la familia debería depositar el dinero. Carlos cumplió con su parte del trato pero los secuestradores faltaron al encuentro. No se supo si ellos se llevaron el dinero y no se contactaron en lo absoluto o si acaso, el dinero nunca fue retirado del lugar convenido.
Pronto se dio aviso a la policía haciendo caso omiso de las advertencias del o los captores. Los oficiales empezaron a movilizar patrullas, las cuales causaron un espectacular revuelo en el pueblo a la vez que se iniciaron también rastrillajes por la zona. A pesar de todo el movimiento, la policía se mostró hermética tanto con los pobladores como con la prensa. De pronto Machagai, escenario hacía no mucho de espectaculares crónicas policiales, volvía a estar ante la mirada atenta de los periodistas.
El plan de la policía, luego del fallido episodio con el dinero y María que seguía sin aparecer, habría sido confiar en que los raptores volviesen a contactarse con la familia Genó y ahí encontrar la posibilidad de dar con ellos. Esto nunca ocurrió. La tensión se palpaba, la policía no se atrevía a hacer un movimiento en falso. Todo el pueblo esperaba el desenlace, cual sea, de la misteriosa desaparición de María Ángela Genó.
El dolor de la familia Genó
En las crónicas policiales de la época se podía apreciar lo que fueron los siguientes días al rapto en la casa de la familia Genó, compuesta por Carlos, su hijo Néstor de 25 años y su mujer. La familia permitió a la prensa ingresar a la vivienda para dar algunos escuetos testimonios. Según la mirada de los cronistas de diferentes medios, casi todos coincidían en que la familia se derrumbaba. La madre permanecía encerrada en su habitación, el hijo se mostraba nervioso ante las preguntas de los periodistas y hasta un poco desconfiado con la poca información que se tenía sobre el caso, por su parte, Carlos balbuceaba respuestas de frustración ante un hecho que él tal vez no terminaba de comprender del todo, a pesar de ello el padre de familia tenía fe en que el captor devolvería a su hija con vida. Un fotógrafo intentó sacar una foto desde el interior de la casa y Carlos lo detuvo diciendo que prefería una foto más alegre, por ejemplo, una donde todos sonreían con María de vuelta en su casa. Nadie se opuso y ningún flash iluminó el hogar de los Genó.
Vecinos, director y maestras del colegio al que concurría María también dieron declaraciones a la prensa, todos coincidían en lo mismo, tenían miedo por el destino de María y no terminaban de entender cómo pudo haber pasado aquello.
Cada vez que la prensa hablaba con algún funcionario policial, la respuesta era: «no hay novedades». Además de que se palpaba un confuso hermetismo. A pesar de que no había novedad alguna sobre la desaparición, los movimientos en el pueblo continuaban.
Era tal el miedo que había originado la desaparición de María, que la gente casi no salía de su casa y el ausentismo escolar era absoluto. Las autoridades se mostraban preocupadas por la situación, como lo atestiguan ciertas notas publicadas en algunos periódicos donde los redactores enfatizaban la palpable tensión en aquel paraje, como la calma antes de una feroz tormenta.
Los vecinos se sumaron a los rastrillajes realizados por la policía, sin ningún resultado positivo. Entonces, pronto empezaron los rumores. Algunos sostenían que ya habían hallado a la niña Genó, sosteniendo incluso que había una mujer comprometida.
Empiezan los rumores
Otro rumor: la niña supuestamente habría sido encontrada con vida, estaba en la casa de unos familiares prestando declaración a la policía. Otra versión, la más desalentadora de todas por cierto, anunciaba que la niña seguía capturada y que la policía ya tendría en la mira a los supuestos captores. Sobre esto, la policía también guardó silencio. A estas alturas el caso se transformó en rumores y datos poco certeros.
Pocos días después del secuestro, el pueblo se sorprendió a la medianoche por el intenso movimiento policial, las linternas cortaban la oscuridad absoluta del monte. Otro revuelo que quedaba en la nada.
A cargo del caso estaba el inspector general Exequiel Acevedo, quien se mataría en un aparatoso accidente pocos días después aún con el caso sin resolver, agregando más dramatismo a la desaparición de María.
Pasaban los días y María no aparecía, entonces la palabra «muerte» empezó a inundar algunos medios como una posible y terrorífica realidad.
La peor noticia
El martes 3 de septiembre de 1968, los chaqueños se levantaban con la peor noticia:
El cuerpo de la menor fue encontrado un lunes 2 de septiembre a las 16:15 en el monte de los alrededores a la vivienda de los Genó. Según información oficial, José Ivanovich guió a la policía hasta donde se encontraba el cuerpo en avanzado estado de descomposición. Esta tarea no fue nada fácil porque José parecía no recordar del todo dónde se encontraba el cuerpo, o tal vez hacía tiempo para retrasar el desenlace de su detención, pero la cuestión es que la policía junto al presunto raptor y asesino recorrieron varios montes de la zona hasta dar con el cadáver.
Cuando dieron con el cuerpo, aún vestido con su guardapolvo, José alcanzó a decirle a un oficial: «yo los voy a ayudar para que encuentren al culpable de esto…».
José repetía que él no había matado a la muchacha, que los asesinos eran otros. Gracias a las pericias realizadas en el lugar se pudo saber que María había sido asesinada de tres balazos el mismo día de su captura, entonces surgen las preguntas obligatorias: ¿por qué la mataron? ¿Por qué los captores se negaron a aceptar el pago de la familia Genó?
Los entonces presuntos autores del hecho serían los hermanos José y Jorge Ivanovich de 23 y 25 años, estos vivían en las proximidades al campo de los Genó y conocían muy bien a la familia, incluso tenían buenas relaciones con ellos. A pesar de las pruebas en su contra, los supuestos asesinos de María negaron cualquier implicancia en el hecho sosteniendo, según la policía, ingeniosas coartadas.
José Ivanovich al verse acorralado por la policía, cuando no pudo sostener más aquellas “firmes” coartadas, apuntó a varias personas como los verdaderos autores del asesinato, tiraba nombres y apellidos, pero nada le sirvió de mucho. Los medios locales enfatizaban en que José daba respuestas sínicas a las preguntas de los investigadores, casi burlándose de la situación y que mantenía una frialdad absoluta cuando se refería a lo que había pasado.
El traslado de los hermanos Ivanovich a la comisaría de Machagai fue espectacular, muchos patrulleros se unieron en el traslado cuidando de que nadie se acercase. A pesar de ello la gente se agolpó en la comisaría para intentar verles el rostro a los asesinos de la niña Genó.
El forense y juez Sixto Peón, ordenó que se le realizara inmediatamente una autopsia al cuerpo de María. La misma tuvo lugar en una galería de la comisaría ya que el hospital no estaba preparado para tal procedimiento. Nuevas notas periodísticas surgieron de esta situación donde médicos reclamaban por mejorar la situación de los hospitales los cuales no se encontraban equipados para las necropsias. La autopsia de María no contó con todos los elementos necesarios para hacer un concienzudo estudio del caso. El resultado fue que la niña recibió dos disparos en el pecho y uno en la región abdominal por un rifle calibre 22 mientras permanecía acostada. Otro informe indicaría que los disparos se produjeron de espaldas y que no había sido abusada.
Hermanos Ivanovich
Centrémonos por un momento en los hermanos Ivanovich. El método de extorsión ya lo habían utilizado antes, incluso con vecinos de la zona, mandaban cartas amenazantes exigiendo cosas y por ello fueron detenidos en una ocasión. José Ivanovich fue puesto en libertad con el tiempo, trasladándose por un tiempo a Capital Federal y luego retornando a La Tambora donde se encontraba el resto de su familia.
La nota que los captores habían dejado en la bicicleta de María fue analizada por expertos caligráficos que la compararon con las viejas notas amenazantes, todo encajaba, los autores de las cartas eran los hermanos Ivanovich.
La familia Ivanovich, compuesta por 6 hermanos, estaba pasando un buen momento económico con un campo de 500 hectáreas, incluso, hay quienes afirman que estaban mejor que los Genó, los cuales en cambio tenían un terreno de unas 100 hectáreas. Ambas familias se conocían bien, no había rivalidades entre ellos. La policía sostuvo que María fue asesinada porque ésta habría reconocido a sus captores y que también por ello había aceptado bajarse de su bicicleta y acompañarlos al monte.
Finalmente tuvo lugar el entierro de María, todo el pueblo fue a despedirla, Carlos Genó se mostraba taciturno, su mujer había enfermado del corazón y estaba internada en un sanatorio. Aquel día, se suspendieron las clases, todo el mundo estaba en el velorio de María.
La noticia surgió casi de imprevisto a medida que la investigación avanzaba. Debajo de unos planteros de la casa de una tal Basilia Isabel Villalba, ubicada a unos dos kilómetros de donde se encontró el cuerpo de María, apareció el rifle calibre 22 marca Rubí con el que habrían matado a la niña. José Ivanovich terminaría confesando que había sido él quien le había dado el arma a su amiga para que la escondiese y que incluso había sido el responsable de asesinar a la menor. El hombre contó a los investigadores cómo había planeado capturar a la niña, ganándose su confianza para luego llevarla al monte dejando aquella nota en el manubrio de la bicicleta. Según él, ante el repentino movimiento que causó la desaparición de María decidió, con monstruosa frialdad, matarla.
Movimientos en la noche
Luego de matar a María huyó a un sector particularmente frondoso del monte, a 500 metros del cadáver, y esperó la noche para volver a moverse. Aprovechando la oscuridad absoluta se dirigió a casa de Basilia, a la cual le pidió que le escondiese el arma. La mujer además habría incinerado los zapatos del asesino, para que no pudieran identificarlo con las huellas en el lugar del rapto. Ésta negaría hasta el final de las crónicas sobre el caso cualquier implicancia con el asesinato de María.
Mi trabajo
A medida que Bajo la lupa avanza en casos policiales ocultos entre pliegues polvorientos de viejos diarios, no puedo dejar de apreciar, con rigor periodístico, que el Chaco guarda historias escalofriantes, de esas que hacen a uno decir “la realidad supera la ficción”. Y es que sí, al tratar estas crónicas nunca sé con qué me voy a encontrar del todo y eso tal vez es lo que hace apasionante a este trabajo. Desde mi parte quiero repetir una consigna que me planteé desde el primer día cuando se gestaba la idea de este sueño semicumplido: recordar a las víctimas, sus rostros, sus nombres y sobre todo, lo que había pasado. No es mi fin alimentar el morbo, hilarizar una muerte horrorosa y mucho menos causar daño, al contrario, a través de estas páginas digitales quiero que vos lector conozcas una porción de esta gran historia que contiene nuestra provincia, tal vez esa que muchos se niegan a recordar pero que considero es necesaria no olvidarla. Gracias por leerme y hasta la próxima.
Fotos: Gentileza Diario Norte