Asesinato del ex agente Molina

Asesinato del ex agente Molina

El caso del ex agente Molina, como se lo conoció en algunas redacciones locales, cumpliendo ya 87 años de su aparición mediática, presenta ciertas dificultades a la hora de analizar sus hechos. Como si de una fotografía se tratase, siendo que esta fotografía representa los hechos de la causa, a medida que pasan los años es como si aquella fotografía cada vez se alejase más de quien la mira, haciéndola cada vez más borrosa y sus detalles, menos reconocibles, eso sucedió con este caso. Por lo tanto, esta crónica, presenta ciertas «lagunas» en su desarrollo que, por suerte, no son tan «profundas» como para ocultar ciertos hechos de la causa.

Corría el año 1932 en Barranqueras. Lo que se sabía de Anastasio Molina, era que pertenecía a la Policía de los Territorios Nacionales y que, por algún motivo, que desconozco, había sido «apartado» de la fuerza. Por lo tanto, el ex agente Molina habría cobrado alguna indemnización.

Con el dinero encima, se dirigió a un rancho para festejar o ahogar penas con unos conocidos. En su casa, dejó solo al menor Lencinas, que estaba a su cuidado. Tampoco pude saber qué tipo de relación tenía con el muchacho, pero en viejas publicaciones del diario El Territorio, se referían al «menor Lencinas», no como un familiar de Molina, sino como alguien que estaba a «su cuidado» y nada más.

El 2 de abril, el ex agente Molina llegó al ranchito de aquellos conocidos, donde lo esperaba Bernardina Barbosa y un personaje que durante varios días permaneció como un anónimo en las redacciones periodísticas. ¿Qué se supo primero? Que aquel misterioso personaje era músico, tocaba el bandoneón y que era paraguayo.  Hubo risas, tal vez, música, y por supuesto, bastante alcohol. En los diarios se decía que Molina habría llevado consigo una botella de vino.

Lencinas, que esperaba la vuelta de Molina, se alertó tal vez porque las horas pasaban y el ex agente todavía no volvía a casa. Entonces, preocupado, el chico salió a la calle a alertar a un vecino sobre la situación.  Las alertas llegaron hasta la policía local, que tenían la comisaría a unos 800 metros del rancho de Barbosa. No sabemos si por el griterío o por el testimonio de Lencinas, los oficiales siguieron la pista del ex agente Molina hasta el rancho. Lo que se encontraron en el lugar revolvió estómagos y fue el puntapié a varias publicaciones policiales durante varias ediciones del diario El Territorio.

En la calle, cerca de la entrada del rancho, se encontraba en un charco de sangre, el cadáver del ex agente Anastasio Molina. Un médico, de apellido Palamedi, reconoció que la garganta de Molina tenía un profundo corte que por poco lo había decapitado. Además, le faltaba la mano derecha que había sido cortada, tal vez, con un machete. El cuerpo se encontraba maltratado y con la ropa hecha jirones. La redacción de El Territorio se refiere al cadáver del ex agente como si hubiese sido «acribillado por machetazos». Imagínese lector la escena que se presentaba ante aquellos investigadores. Entonces, el caso, además del de un bestial homicidio, se transformó en un misterio por aquella mano desaparecida.

El médico corroboró además que Molina había intentado defenderse del tremendo ataque por algunos cortes que tenía en la mano izquierda y en los brazos.

Entraron en escena el juez José Ricardo Bergallo y el fiscal Daniel Galdiz, los cuales notaron que Molina había sido además víctima de un robo, ya que, por corroboraciones, notaron que le faltaba algunos bienes y dinero. Entonces se entendió al caso como un robo. Alguien había asaltado al ex agente al enterarse que recién había cobrado aquella indemnización. Pero había una cuestión que los investigadores no podían resolver: ¿por qué el ensañamiento con el cadáver? ¿Qué había pasado aquella noche en el rancho de Barbosa?

La mujer Barbosa desapareció, los rumores decían que se habría fugado a Paraguay, pero nada estaba corroborado.

La policía sintió la presión de la prensa que insistía en dar con un culpable, en sus redacciones, los cronistas se referían al hecho como un posible caso no resuelto, porque pasaban los días y no había ningún avance al respecto. El desconocido bandoneonista paraguayo, era solamente eso, un misterio.

Tengamos en cuenta que, para la fecha, las investigaciones criminales no estaban tan desarrolladas como ahora y que había muchas limitaciones, no existían pruebas de ADN, ni identificación por huellas dactilares, y en el caso del ex agente Molina, los investigadores tenían un cadáver destrozado y una mano desaparecida, sin mayores pruebas para dar con el asesino.

Nuevos detalles del caso se fueron conociendo, por ejemplo, que en la mano izquierda de Molina, el muerto tenía bien aferrado un billete de cinco pesos y que, en la desaparecida mano derecha, estaría el faltante. Solamente conjeturas que surgían en las redacciones que agregaban tonalidades aún más oscuras al caso.

Finalmente, confesaría Bernardina Barbosa que de repente aparece en las redacciones periodísticas como una mujer de avanzada edad y que, sin mayores explicaciones, surge en Barranqueras para dar el nombre del asesino. Este redactor nunca supo si la mujer efectivamente se había fugado con el desconocido paraguayo.

El asesino del ex agente Molina fue, Manuel Ojeda. Al tipo se lo sometió a interrogatorios bastante rigurosos, con el fin principal de poder comprender la brutalidad de sus actos pero, este explicaría a los investigadores, y con absoluta frialdad, que el ensañamiento con el cuerpo fue “porque sí”.

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De aquella mano desaparecida, nunca se supo nada, como tampoco del arma homicida. No se esclarece en las crónicas si acaso la mujer Barbosa tuvo algo que ver con el asesinato, por eso, es válida la aclaración previa de aquellas “lagunas” en la trama donde los datos se pierden.

Según las declaraciones de Ojeda: hubo una discusión, recordemos que el protagonista de aquella noche nefasta también fue el alcohol, y lo que parecía ser el planeamiento de un robo. La discusión subió de tono y los dos hombres resolvieron terminar la cosa afuera en un confuso duelo, donde Ojeda terminaría asesinando al ex agente, apuñalándolo y luego, realizándole aquellas vejaciones incomprensibles al cadáver.

No sabemos de dónde conocía el ex agente Molina a Barbosa, ni a Ojeda, aquella información es un absoluto misterio. Tampoco sabemos qué fue del joven Lencinas y cómo resultó la condena de Ojeda. Debo agregar, que tampoco sé qué pasó con Barbosa y si hubo alguna implicación suya en el hecho. El caso del ex agente Molina terminaría desapareciendo de las redacciones hasta ser olvidado por todos.

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Homicidio del comerciante Franco

Homicidio del comerciante Franco

En el año 1987 se hablaba de una sola cosa en la Argentina, medios nacionales y locales exprimían el tema al máximo. Páginas y chorros de tintas dedicados a una figura internacional que por primera vez visitaba nuestro país. La fecha era 9 de abril de 1987 y la visita de el Papa Juan Pablo II revolucionaba a los medios chaqueños y correntinos, ya que el santo pontífice estaría visitando aquel día la capital correntina.

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La prensa se saturó tanto de la noticia por la visita papal que otros hechos perdieron notoriedad y casos que podrían muy bien pertenecer a una primera plana fueron dejados de lado. Un mes después, en la ciudad de Barranqueras, tendría lugar uno de los casos más resonantes de nuestra provincia: el homicidio del comerciante Franco. Este hecho de sangre corrió la suerte de otros que fueron minimizados por la GRAN NOTICIA del país, aún así pudo apretujarse en primeras planas o en las secciones “sociales” de aquella época.

Muy poco se conoce de este hecho incluso, si buscan información en internet al respecto, corroborarán que no hay absolutamente nada. El caso Franco quedó relegado a los archivos y al recuerdo de algunos memoriosos.

El 21 de mayo 1987 el papa ya no estaba en la Argentina, de a poco el mundo periodístico volvía a la normalidad a pesar de que se seguían publicando “especiales” y secciones enteras dedicadas a la visita papal. Pero ese día la cosa cambió. Dos oficiales se encontraban realizando peritajes por un choque en Barranqueras. Era de noche y la cosa era como de rutina, todo cotidiano; tal vez anotaban cosas, hablaban entre ellos, usaban linternas para alumbrar lo necesario y ver los daños expuestos en el accidente.

Ninguno de los dos oficiales escuchó el disparo. Algunos vecinos sí, pero creyeron que fue un cohete. Pronto alguien alertaría a los oficiales sobre una persona tirada en la calle a pocas cuadras. Estos se pusieron en camino a toda velocidad y dieron con el lugar indicado. Frente a una casa en construcción por la calle Lapacho 70 en Barranqueras, junto a un montículo de arena, un hombre agonizaba en el suelo. Ese hombre era Antonio Franco, conocido comerciante de la zona y estaba a punto de morir.

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(Fotografía gentileza del Diario Norte)

Franco es trasladado a toda velocidad al hospital, pero no sobreviviría, los esfuerzos médicos no sirvieron de nada ya que el disparo de una 38 había dado en órganos vitales y la suerte estaba echada para el comerciante. Ahora quedaban las preguntas: ¿Quién fue y por qué?

La investigación llegó hasta el vehículo del comerciante, un Ford Falcon, que fue encontrado a poca distancia donde agonizó Franco: calle España y avenida 9 de Julio. Según lo indicado por los investigadores, dos individuos o más hicieron parar el vehículo dando lugar a un forcejeo entre la víctima y los maleantes. Esto se pudo saber porque el cadáver de Franco presentaba golpes y arañazos típicos de una pelea.

De inmediato la prensa quiso hacerse eco de la noticia, pero los investigadores mantuvieron absoluto hermetismo durante toda la causa, esto dio lugar a habladurías y a aseveraciones poco comprobadas. Los vecinos no sabían, ni vieron nada y por ello algunos periodistas afirmaban que se «leía» u «olfateaba» cierto miedo en las miradas. ¿Ajuste de cuentas?

 

La próxima noticia fue: Franco velado y casi enseguida, sepultado. Todo muy rápido, inmediato. Mientras se realizaban las investigaciones para buscar a los culpables de la muerte, se supo que había un detenido que habría tenido relaciones comerciales con Franco y que la cosa parecía apuntar a un ajuste de cuentas. La investigación se cerró en torno a la familia del comerciante y luego en los amigos, como también en aquellos comerciantes que habían hecho algún trato con la víctima.

La tarea de los investigadores era tratar de armar ese puzzle que eran los últimos movimientos de Franco, los previos al trágico final, pero es que ahí es donde radicaba el problema. Nadie sabía por qué alguien querría matar al comerciante. Hasta que la cosa cobró un poco más de sentido. Sólo un poco.

Se hablaba de actividades ilegales, usura, de comerciantes sin escrúpulos y de mucha plata. Decían que Franco era prestamista y que gente, comerciantes entre ellos, le debían dinero. Este podría ser un camino para entender el desenlace final de la causa. Pero, como suele pasar con este tipo de casos, pasan los días y nada nuevo surge.

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Rumores, eso sí que abundaron, por ejemplo: que Franco conocía a quienes lo habían matado. Idea que no es del todo descabellada, pero de la cual no hay indicios. ¿Por qué la policía que realizaba el peritaje en el accidente no escuchó el disparo que mataría al comerciante estando tan cerca? ¿Usaron un silenciador? Esto se descartó enseguida, porque había cierta paranoia con la complicidad policial, alegando que el disparo se efectuó presionando el cañón del arma contra la piel de Franco y que esto habría “silenciado” un poco el disparo. Todos supuestos.

De repente, 15 personas son llamadas a declarar. Entre ellas comerciantes, políticos, dicen que los apellidos de esa lista eran conocidos casi por toda la ciudad. Muchos de ellos, deudores del comerciante.

Una mujer, supuesta testigo del homicidio, se negó a declarar porque habría recibido amenazas de anónimos. Esa era la situación entonces del caso. Muchos supuestos, pocas certezas.

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Un dato más se agregaba entonces y era que Franco había ganado un juicio contra una institución donde se practicaban juegos ilegales. De ese juicio sacó mucha plata y seguramente, varios enemigos. Esto se supo en parte gracias a una entrevista que dio Ethel Martinazzo, mujer de la víctima, que afirmaría que “mucha gente le tenía bronca a Franco”.

El nombre José Alfredo Morales empieza a ocupar lugares en las redacciones policiales de la época. Un delincuente con un prontuario bastante amplio que circulaba con un auto robado de Buenos Aires. El tipo fue detenido en una estación de servicio de Corrientes. Los investigadores se dirigieron hasta el domicilio de este tal José y encontraron armas, varias, y lo más llamativo: una 38. No sabemos en qué punto José podía ser parte de la causa, esa información escapó al ojo público, aun así, terminaría siendo liberado por falta de mérito.

 

Se trabajó sobre las huellas dactilares que había en el Falcon del comerciante asesinado, pero aquello tampoco tiró resultados favorables. La causa empezaba a transformarse en un hecho sin culpables, en un crimen impune.

¿Cuántos años pasaría? Tres para ser exactos: en una publicación de 1990 del Diario Norte se volvería a hablar del caso Franco ya oficialmente conocido como “caso no resuelto”. En aquella nota el juez Parmetler diría que todas las instancias habrían sido agotadas.

¿Entonces? ¿Crimen perfecto? ¿Inoperancia? En fin, un caso más, un nombre en el recuerdo y un final sin conclusión.

Este fue el caso del comerciante Franco, del cual sabemos muy poco y del que se desprenden muchos interrogantes sin respuestas.

Caso familia Padín: el triple crimen de Machagai

Caso familia Padín: el triple crimen de Machagai

Para los que soñamos con un periodismo diferente algunas veces renegamos de ciertos “modos” o «formas» de practicarlo en la actualidad. Apresurados por la primicia y ante el mismo embate vertiginoso de la era digital, el poco análisis, la información apresurada y mal redactada que a veces abundan en los portales locales, generan a la vez lecturas desinteresadas y demás casuales.  

De la misma forma, producto de esta velocidad a la que nos vemos reducidos los redactores en la actualidad, donde la pluma literaria chorrea su tinta como un crimen ominoso a las letras, extrañamos con cierta añoranza aquellas redacciones que obligaban a detenerse entre el bombardeo informativo y leer cada palabra clave para entender el desarrollo.

Hay otros problemas de la redacción periodística actual que este servidor considera necesario hacer hincapié: “el olvido”, al cual rechazo con ahínco porque conviene a muchos, para algunos pocos el olvido es la mejor forma de echar tierra a acontecimientos que merecen ser expuestos a la opinión pública.

Hay casos en nuestra provincia que fueron olvidados y que gracias a este espacio logramos que, aunque sea por algunos pocos, vuelvan a ser vistos o recordados. Haciendo honor a esa premisa que es el norte de Bajo la Lupa reflotamos así un caso policial de características negrísimas que aún no tiene resolución. Tres muertes que sacudieron al Chaco y que desde el año 2014, no supimos nada más.

Este 31 de marzo se cumplieron 4 años de este terrible crimen en la localidad de Machagai y con la noticia aún fresca en los diarios los titulares hablaban de un doble homicidio, pero lamentablemente hoy debemos referirnos al caso como un triple homicidio.

En una casa ubicada en el centro de Machagai un teléfono empezó a sonar, pero nadie atendía la llamada. Aquello extrañó a Rosa Padín porque aquellas llamadas eran cosa de rutina, solía llamar a sus padres casi todos los días a la misma hora. Al no recibir respuesta  ésta se comunicaría con su hermano y su cuñada de entonces, estos tampoco sabían por qué nadie atendía el teléfono, pero se acercarían hasta la vivienda para ver si había sucedido algo.

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Casa de la familia Padín

 Estos se encontraron con un grupo de personas que rodeaban la casa con miradas expectantes, alzando los cuellos tratando de ver aquello que no estaba a simple vista pero sabiendo que algo terrible había sucedido.

Cuando se supo sobre las muertes era inevitable asociarlas con las del caso Roseo y las tierras de La Fidelidad, doble homicidio que había ocurrido en el 2011 y del cual la prensa local habría hecho una infinidad de notas al respecto pero nadie se esperaba que dos años después volveríamos a referirnos a otro caso con similares características que correspondían a un posible ajuste de cuentas.

En aquella vivienda, cercana la hora del mediodía, la mesa estaba servida y la comida preparada. Algo había pasado pero parecía ser que nadie vio ni escuchó nada, siquiera algún cliente de la cercana sucursal del Nuevo Banco del Chaco casi pegada a la vivienda de los Padín.

Cercanas las 17 horas y con la reconocida Cerrajería Padín aún cerrada, un grupo de vecinos se acercaron extrañados por el silencio que envolvía al local. Según lo que informaron a medios locales, no recordaban haberla visto cerrada jamás. Por ello un comerciante decide ingresar por el portón de un garaje y fue éste quién halló los dos cuerpos en la vivienda y una mujer agonizante que alcanzó a declarar: “Me dieron por muerta, me hice la desmayada”.

El cuadro que se presentaba ante los investigadores era estremecedor, los cadáveres habían sido maltratados con una ferocidad animal usando para ello un objeto que aún no podía identificarse. Las víctimas eran Evaristo Padín, de ochenta años, su hija Gladys de cincuenta y tres, y Elena Luisa Pegoraro de 79 años, esposa del comerciante y que había sobrevivido al ataque pero que se encontraba en estado crítico.

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Vecinos se acercan a la vivienda cuando corre la voz de que algo había pasado

El lugar no estaba desordenado, según lo que informaron los investigadores a la prensa así que se descartaba el robo para dar lugar a la hipótesis de un ajuste de cuentas realizado por varias personas. ¿Por qué los mataron entonces? ¿Qué trasfondo se les escapaba a los investigadores en aquella terrible escena?

Estela, que había sobrevivido a la masacre, fue llevada al hospital de la ciudad. Ésta tenía graves heridas como: «traumatismo de cráneo con hundimiento de parietal y varios hematomas”. Aún así la mujer sobrevivió al ataque pero permaneció en un profundo coma y terminaría falleciendo pocas semanas después sin poder dar una respuesta a los investigadores para identificar a los posibles agresores.

La investigación fue llevada a cabo por el fiscal Gustavo Valero, que junto a peritos y el Gabinete Científico del poder Judicial como así también los comisarios Llópiz y Ozuna de Sáenz Peña, trataban de armar aquel rompecabezas que parecía sacado de un guion de película.

Lo llamativo de este hecho es que no se mostró como un caso aislado, ese mismo año en Machagai sucedieron una serie de hechos delictivos que mantuvo en vilo a la población, policía e incluso a la prensa y como lo resalta el diario Norte en una nota: «la familia Padín ya había sido asaltada en el año 2009» y hubo detenidos por el hecho.

El testimonio de la sobreviviente Elena Pegoraro para poder identificar a los asesinos era crucial para los investigadores y al paso de los días se esperaba que ésta se recuperase de su estado crítico pero aquello nunca sucedería y la identidad de los agresores permaneció entonces oculta, como también el aura de misterio que rodeaba al hecho ya que quienes sean los autores de tan aberrante caso no se robaron absolutamente nada de la vivienda. Los investigadores tampoco encontraron un ingreso forzado a la vivienda, por ello consideraron que tal vez las víctimas conocían a sus agresores. La familia Padín tampoco contaba con tanto dinero, solamente aquella casona en el centro de Machagai.

A medida que avanzaba la causa se pudo saber que el primero en ser asesinado había sido Evaristo Padín, el conocido cerrajero de Machagai que fue golpeado hasta la muerte con un objeto produciéndole un profundo hundimiento en el cráneo. Su cadáver había sido encontrado en la parte delantera de la casa donde funcionaba la ya mencionada ferretería.

Luego  atacaron a Gladys, la hija de la pareja, y finalmente habrían ido por Elena la cual se encontraba en la parte trasera de la vivienda. A ésta la atacaron con la misma ferocidad que a los demás pero sobrevivió haciéndose pasar por muerta, según lo que alcanzó balbucear en un momento de lucidez.

El círculo de la investigación parecía cerrarse alrededor del entorno más cercano de la familia. Habría trascendido que un hijo podría estar implicado en los hechos por cierto conflicto con la propiedad familiar, es necesario aclarar que esta información fue «levantada» por algunos medios chaqueños basándose en el testimonio de unos “desconocidos” y que este redactor desconoce en qué situación quedó aquella hipótesis.

Aunque cueste entender, pasaron los años y la noticia se evaporó. Finalmente, Elena moriría por aquellos golpes y el entonces triple crimen de Machagai quedaba casi como una triste anécdota. Nuevas noticias ocuparían los espacios vacíos de las redacciones y este caso sería finalmente desplazado por otros acontecimientos. La velocidad, la inmediatez, la redacción de velocista que requieren los nuevos tiempos pudieron ser en parte responsables por lo que le pasó a este caso, que merece un mayor análisis y seguimiento del mismo.

Recién en el año 2016 pudimos conocer algo más y es que la causa tuvo un sospechoso, el hombre era Osvaldo Sandoval “El Rosarino” que para ese año fue desvinculado de la causa, como lo anunciaría a la prensa el fiscal que llevaba a cargo la investigación.

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«El Rosarino» junto a su abogada Da Langue

En opinión de la abogada de Sandoval, Adriana De Langue: “Sandoval fue siempre un perejil”. Mientras tanto, en el transcurso de la investigación la policía allanaba tres casas siguiendo las pistas aportadas por una sospechosa de 40 años que supuestamente estaría relacionada con el hecho. Nunca se supo quién era aquella mujer y qué pistas sólidas tenía realmente la policía al respecto. La información policial se refería también a las declaraciones de una vecina quien acusaba a un desconocido que habría visto en el interior de la vivienda de los Padín “poco después de lo ocurrido”. Un medio local agregaría que el hombre habría estado armado. Estos datos también si diluyeron con el paso del tiempo y finalmente aquella pista terminaría por derrumbarse, como varias otras que surgieron y finalizaban en callejones sin salida.

Dejarlo acá sería hasta grosero, terminar la redacción en una nota tan baja con sinsabores y con una sensación de vacío no parece del todo justo. No lo es. Pero así quedó este caso, por lo menos hasta lo que pudo conocer este servidor. El caso del triple crimen de Machagai fue eso, tres asesinatos sin respuestas, sin explicaciones y sin razones. Y sí, es esa sensación de vacío lo único que queda y la injusticia de que tal vez este caso jamás se resuelva como unos cuantos que traté en este espacio y que lamentablemente ocupan olvidadas páginas de diarios o viejas entradas en sitios digitales donde el conteo de visitas hace rato se paralizó.

Los 10 peores desastres de la aviación argentina

Los 10 peores desastres de la aviación argentina

Según el sitio aviation-safety.net la Argentina ya cuenta con 1090 muertes producto de la aviación. Hay que tener en cuenta que esta cifra no se limita solamente a los vuelos de aerolíneas, sino también a aquellos privados y a otro tipo de aeronaves como helicópteros, avionetas, jets privados y un largo etcétera.

Con este artículo no pretendo asustarte, solamente hacer un pequeño recorte de los más terribles y a la vez improbables accidentes de aviación de nuestro país. Quiero que sepas que viajar en avión en la actualidad es de lo más seguro y que las estadísticas por accidentes fatales es bajísima. Teniendo esto en cuenta, y si ánimos de inducirte en paranoia alguna, hagamos un repaso por los 10 peores desastres de la aviación argentina.

Vuelo 46 de Austral – 22 muertos

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El 12 de junio de 1988 el vuelo 46 de Austral de Buenos Aires a Posadas se estrelló en un bosque cercano al Aeropuerto de Posadas por un supuesto error de los pilotos. Todos los 22 pasajeros y tripulantes a bordo murieron en el accidente

 

Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya – 29 muertos

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Un 13 de octubre de 1972 el vuelo 571 impactó contra el Cerro Seler en Mendoza deslizándose luego por el Glaciar de las Lágrimas. 29 murieron en el accidente y 16 se salvaron luego de sobrevivir 72 días en la intemperie hasta que fueron rescatados.

Vuelo 901 de Austral – 31 muertos

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El accidente se atribuye a un «probable error del piloto al decidir atravesar una tormenta». Cuando éste se disponía a aterrizar en Aeroparque, bajo un implacable torrencial, el piloto no pudo ver la pista y tuvo que dar un giro sobrevolando el Río de la Plata donde finalmente la torre de control perdió comunicación con la aeronave. Nadie sobrevivió y la recuperación de los cuerpos tardó varios días.

 

707 de Aerolíneas Argentinas – 38 muertos

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El caso ya lo traté en este mismo espacio y podes acceder al artículo para conocer más sobre lo que pasó Hacé clic acá.

El 4 de febrero de 1970 el vuelo 707 despegaba del aeropuerto de Corrientes con rumbo a Buenos Aires pero nunca legaría a destino. A la altura de una zona conocida como El Palmar muy cercano a Colonia Tacuarí, Chaco, una fuerte tormenta hizo al piloto perder el control de la aeronave mientras se tambaleaba al vacío entre turbulencias para finalmente impactar en el terreno matando a todos sus ocupantes.

Vuelo LV-JGY – 46 muertos

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El vuelo LV-JGY de Austral Líneas Aéreas se estrelló aproximándose a la pista del aeropuerto de Bariloche. Las causas posibles del accidente pueden ser varias, pero los investigadores coinciden en que hubo negligencias de los pilotos. Por milagro el vuelo tuvo sobrevivientes.

VUELO LV-GED DE 1959 – 51 MUERTOS

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El 16 de enero de 1959 el vuelo LV-GED que se dirigía desde Aeroparque hacia el Aeropuerto de Mar del Plata sufrió un accidente cuando el piloto se aproximaba a pista con mal tiempo, y ante un fallo de aproximación, se estrelló finalmente en el mar.

Vuelo TC-72 de LADE – 53 muertos

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La aeronave despegó de Comodoro Rivadavia en dirección a Córdoba. En el transcurso y bajo una intensa lluvia con viento que provocaría turbulencias, terminaría colisionando con una montaña matando a todos sus tripulantes a bordo.

Accidente de LAPA en Aeroparque – 65 muertos

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La catástrofe aérea que todos recordamos. El Boeing 737 nunca alcanzó a despegar y se estrelló contra un terraplén incendiándose en un caos de fuego y hierros retorcidos. La caja negra que podés escuchar en este link  explica los trágicos y escalofriantes últimos minutos del accidente.

Vuelo LV-ADW – 67 muertos

El 19 de julio de 1961 el LV-ADW se desintegró en pleno vuelo por la ruptura del ala derecha en el momento de una extrema turbulencia. El resultado fue la muerte de todos los ocupantes de la aeronave y una trágica cifra de 67 muertos.

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Vuelo 2553 de Austral Líneas Aéreas (Tragedia de Fray Bentos) – 74 muertos

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El accidente que más víctimas tuvo la aviación argentina paradójicamente no tuvo lugar en nuestro país, sino en Uruguay. El vuelo que despegó en Posadas con rumbo a Buenos Aires jamás llegó a destino, ya que se precipitó en una zona rural cercana a la localidad de Nuevo Berlín, Uruguay. El saldo final fueron 74 muertes que luego con la tragedia de LAPA quedaron casi en el olvido.

Los cuatro peores asesinos seriales de la historia fueron latinoamericanos

Los cuatro peores asesinos seriales de la historia fueron latinoamericanos

Incluso el dato de color es los que ocupan los infames primeros tres lugares, son colombianos. Estamos hablando de víctimas que sumarían las 300, un número que se aplicaría tranquilamente a un genocida,  pero acá te voy a contar sobre hombres que actuaron en su mayoría solos y que asesinaron a tantas personas que la cifra se pierde incluso en el recuerdo de los homicidas.

Tal vez reconozcan nombres como Ted Bundy, el Hijo de Sam, Jack el Destripador, hasta incluso Ed Gein porque el cine y las novelas popularizaron sus terribles historias hasta el cansancio. Pero tal vez nombres como Luis Alfredo Garavito o Pedro Alonso López son desconocidos para la mayoría, la mirada de «Hollywood» pasó de largo ante los crímenes de estas bestias.

En una entrevista que se puede encontrar en «Youtube», Garavito habla sobre lo que hizo unos cuantos años atrás. Sin un atisbo de culpa, repasando los hechos como si acaso el pasado ya no fuese parte de él Garavito cuenta su historia, la misma que de alguna manera le pertenecía a otro.

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El nefasto Garavito

«La Bestia», como fue conocido este prolífico asesino serial, nació en Génova, Colombia y es recordado como el peor asesino de niños  de la historia. Según él, los motivos por los cuales se convirtió en una «Bestia» sedienta de sangre joven, comenzarían desde una niñez marcada por el abuso, una familia que no lo quería y lo maltrataba, e incluso, haber sido en su juventud un supuesto satanista que habría vendido su alma al diablo. Cabe resaltar que en la entrevista, Garavito se anuncia como un cristiano y culpa al satanismo por sus asesinatos.

Lo llamativo de este personaje es que inició sus crímenes de adulto ya con treinta y cinco años en el año 1992 y sus asesinatos duraron hasta 1999. Garavito confesó haber matado a más de 200 niños, sí, leyó bien, más de 200, aunque se cree que en realidad fueron más de 300.  Una cifra casi imposible y aún así, Garavito muy probablemente quede libre en el año 2023. A Garavito se le habría aplicado una pena máxima de 40 años pero fue reducida por su colaboración para dar con los restos de sus víctimas.  «La Bestia» saldría de la cárcel con la promesa de: «no volver a matar».

El colombiano Pedro Alonso López, conocido como el «Monstruo de los Andes», es un asesino en serie que tras su captura confesó el asesinato de más de 300 niñas y jóvenes entre 1969 y 1970.  Sus asesinatos no se limitaron solamente a Colombia, sino que llegaron hasta Ecuador e incluso, Perú.

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El Monstruo de los Andes

Este tipo pelea el podio con Garavito como el peor asesino de la historia.

Compartía algo con Garavito además de su nacionalidad, una infancia infeliz donde existían los abusos y una madre prostituta que llevaba los clientes a su casa donde López convivía con sus 12 hermanos.

A la edad de 12 años, López fue adoptado por una familia estadounidense pero sería abusado por un profesor haciéndolo recluirse en las calles y perdiendo contacto con los pocos afectos que le quedaban. Los abusos no pararían ahí, a los 21 años sería encarcelado por hurto y tres presos lo violarían, él los mataría después.

Luego de aquel episodio, empezarían los asesinatos. Ni bien López salió de la cárcel se ocupó de asesinar a niñas en Colombia, Ecuador y Perú, algunas de ellas pertenecientes a tribus originarias donde él podía actuar con libertad lejos de la mirada de la ley. En más de una ocasión estuvo a punto de ser capturado, incluso en una ocasión lo lincharon, pero sobrevivió a todas.

Aunque cueste creer, en 1998 es dejado en libertad y desaparece para siempre. Hasta hoy, su historia es un absoluto misterio aunque los rumores afirman que fue asesinado.

Daniel Camargo es otro colombiano que tiene en su haber un aproximado de 150 víctimas, principalmente mujeres vírgenes jóvenes.  Los investigadores coinciden en que luego de una infancia complicada, su «instinto asesino» despertó en 1967 cuando descubrió a su mujer con otro hombre. Aquello le haría odiar a todas las mujeres, que sería su motor vital para llevar a cabo los asesinatos.  En los años siguientes, el criminal entraría y saldría de prisión en circunstancias poco claras.

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Camargo junto a policías en búsqueda de los cadáveres de sus víctimas

Luego de escapar de la cárcel en 1984, se trasladaría a Ecuador donde daría rienda suelta a nuevos homicidios. La policía ecuatoriana dio inicio entonces a la caza del asesino. La investigación se complicó porque Camargo era muy cuidadoso en las escenas del crimen y dejaba pocos rastros. Su perfil respondía al de un asesino frío, calculador e inteligente que conocía los procedimientos policiales y que incluso los usaba a su favor.

En 1986 sería capturado de casualidad por la policía ecuatoriana, en ese entones Camargo vestía como un indigente y en una valija llevaba ropa ensangrentada. Los oficiales lo interrogaron y el asesino terminaría confesando 71 víctimas.  Quedaría entonces encerrado en prisión con otro asesino serial que tratamos en este artículo, Pedro Alonso López.

En 1994 sería asesinado por otro recluso que era sobrino de una de sus víctimas.

El último nombre de nuestra lista es Pedro Rodrigues Filho, asesino en serie brasileño al que se le atribuye el asesinato de 71 personas. En 1973 fue condenado a 128 años de prisión.

Pedro era asesino de delincuentes y su actividad empezó a los 14 años cuando mató al vicepresidente de Alfenas quien acusaba a su padre de robo. Aquel fue sólo el inicio de una vida dedicada al robo y asesinato a traficantes brasileros que lo ubicarían en el podio como el asesino más temido de Brasil.

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Rodrigues Filho mostrando sus tatuajes ante la prensa brasilera

Incluso detenido, sus asesinatos continuaron. En la cárcel mató a más de 50 presos, los fusilaba o decapitaba. Su condena fue entonces de 945 años de prisión. Hacía poco había circulado la noticia de que habría sido liberado pero Pedro continúa preso por otros casos de homicidios que se suman a su interminable expediente.

Caso Hugo Lions y la campana de la capilla San Francisco de Asís

Caso Hugo Lions y la campana de la capilla San Francisco de Asís

Aquel era un domingo como cualquier otro. La familia Lions era una más de aquellas  que se acercaban a la capilla San Francisco de Asís de Resistencia para la obligada misa dominguera, costumbre que venían haciendo hacía años. Pero, a pesar de que todo parecía normal, un día más de iglesia, un hecho inesperado cambiaría la tranquila rutina de aquel frío julio de 1998.

La familia Lions estaba conformada por Hugo Lions, su mujer Blanca y la hijita de ambos de la cual nunca se reveló el nombre. Los tres, como de costumbre, ingresaban aquel domingo a la parroquia San Francisco de Asís cuando la campana que solía convocar simbólicamente a la gente a misa ya no resistió su propio peso y se abalanzó al vacío.

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Hugo reaccionó inmediatamente, tal vez al escuchar un ruido o tal vez por ese sexto sentido paternal, y lo que atinó a hacer fue empujar a su mujer e hija lejos de él. La campana cayó con fuerza sobre la cabeza de Hugo y éste terminó en el suelo bajo a un expansivo charco de sangre. Pronto, los feligreses rodearon aterrorizados la increíble escena  y esperaron el arribo de la ambulancia. La mujer, Blanca, había sufrido la fractura de la clavícula pero nada más, y la hijita, parecía estar sana y salva.

Según las pericias realizadas en el lugar, la campana de setenta kilos cayó desde unos 12 metros ya que el problema había sido que el arco de la misma estaba oxidado y ya no soportaba el peso. Solamente la mala suerte quiso que Hugo Lions y su familia hubiesen pasado por ahí justo cuando ésta se desprendía.

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Pronto Hugo era trasladado inconsciente pero aún vivo al sanatorio Frangioli donde paradójicamente él trabajaba. Se supo entonces que éste había ingresado en un coma y que contaba con un respirador, mientras que su mujer permanecía internada pero fuera de peligro. Luego de saberse del crítico estado de Hugo Lions, los vecinos realizaron una misa para su recuperación, dos días después de su ingreso al sanatorio Hugo finalmente fallecería.

Una capilla ardiente tuvo lugar en el domicilio de los Lions a pocas cuadras donde sucedió el accidente, la convocatoria, tanto por la exposición mediática del caso que incluso alcanzó estratos nacionales y otro tanto por el rol activo que cumplía Hugo entre los feligreses, fue imponente. Por otro lado, Blanca pidió a los medios que «respeten nuestro dolor» y agregaría además que prefería que la plata “destinada a los arreglos florales sea dada en caridad”. Ante las preguntas constantes de los periodistas la mujer dijo: «no accionaremos ni haremos cargo a nadie de esto. Fue un accidente funesto nada más». Finalmente, Hugo Lions sería enterrado en el cementerio San Francisco Solano de Resistencia Chaco.

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Cuando pensé en este caso, sólo fue un recuerdo de la niñez. Una cosa alejadísima, un imagen polvorienta que no sabía del todo si acaso existía, si era real. Cuando hablaba del tema, casi todos recordaban el extraño caso donde “a alguien” se le había caído una inmensa campana encima, entonces pensaba que un caso así no pudo haber pasado por alto. Por esas casualidades, me topé con una vieja publicación digital del diario Clarín y a partir de la misma pude expandir un poco la información concurriendo a publicaciones locales.

Pienso entonces que podría ser útil que el Archivo de la Provincia cuente con una digitalización de su base de datos y que luego sea publicada online, un trabajo bastante complejo, arduo  y cansador, pero que facilitaría el acceso a todo este material que tal vez perdemos por no tener un atajo más inmediato a la información.

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Por otro lado, quiero cerrar este breve trabajo diciendo que no estoy seguro del aporte que le hago a Bajo la Lupa con un caso así donde tal vez las cuestiones periodísticas, la «cosa policial» no es particularmente llamativa, por ello el caso de Hugo Lions y la campana de la capilla San Francisco de Asís, es más una satisfacción personal, una espina que me quería sacar de encima. De todas formas, espero que lo hayas disfrutado.

 

Fuentes: Archivo Histórico del Chaco Monseñor José Alumni

 

Desaparecidos del Chaco en democracia

Desaparecidos del Chaco en democracia

En este espacio te conté La misteriosa desaparición de Héctor Damián Varela, hecho ocurrido en la localidad de Roque Sáenz Peña  en el año 1990. Esta vez te presento una humilde recopilación de esas personas que aún se encuentran desaparecidas en la provincia del Chaco y que tuvieron cierta repercusión mediática, hasta incluso, quedar prácticamente en el olvido.

En un artículo del diario Norte, se anunciaba que para el año 2016 había unas «68 personas desaparecidas desde el año 2000 hasta la fecha» y a pesar de que en los registros de personas extraviadas de la provincia del Chaco hay desaparecidos con fechas cercanas a la actual (2017), hay algunos casos particulares donde la búsqueda se extendió durante años con resultados negativos.

Lamentablemente, en algunos casos la información es escasa e incluso no se puede saber con exactitud si acaso la persona ya fue encontrada, luego pude corroborar que todos las personas aquí nombradas permanecen, hasta la fecha, desaparecidas.

En Bajo La Lupa voy a contarte sobre algunas personas cuyo paradero aún son un absoluto misterio.

Uno de los nombres que sobresalen de la lista es el de Yanina Andrea Tschannen, de la que se conoce muy poco. En un portal se anuncia que la mujer de 33 años, oriunda de la localidad de Charata, desapareció un 27 de junio del año 2000 a las 6 de la mañana. Yanina habría sido víctima de «un secuestro y llevada posiblemente a Brasil», dato que no fue confirmado. Nada se pudo saber de ella, por lo menos nada que surgiera de los medios locales, la suerte de Yanina es un absoluto misterio.

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Fotografía de Yanina Andrea Tschanne cortesía de (www.interpol.int)

Otro nombre que surge cuando nos referimos a desaparecidos en democracia del Chaco es el de Alfredo Oryszak, el cual se esfumó de su casa hace 15 años. El entonces hombre de 32 años, desapareció un 13 de mayo del 2002 y desde entonces su familia lo busca incesantemente. Según la madre de Alfredo, éste estaba «bajo tratamiento psiquiátrico» y tal vez, dato no confirmado, algo relacionado a su salud mental tendría que ver con su desaparición.

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Fotografía de Alfredo Oryszak cortesía de (http://personasextraviadas.chaco.gov.ar)

Según los datos que figuran en el registro de desaparecidos el hombre medía  1,68 metros y llevaba siempre unos anteojos de receta y como característica particular, una «desviación en el ojo derecho» y una cicatriz en el pómulo del mismo lado.

María Isabel Filippini, madre de Alfredo, contó que a su hijo lo vieron subir a un colectivo hacia Corrientes y “los últimos datos que tuvimos era que lo habían visto en la peatonal de Posadas, esos datos los aportamos a la investigación”, según una entrevista realizada por el diario Norte. Nunca se supo más nada de Alfredo y pronto la noticia se enfrió quedando archivada con el paso de los años.

Un caso que seguramente recordará más de uno es el del capataz de Secheep, Adolfo González, que había ido de pescar a una isla del Paraná un 6 de enero de 2014. El hombre fue visto por última vez cuando iba a buscar carnada en un sector del río conocido como Islas de La Palomera.

Ese día Adolfo se encontraba de vacaciones con su nieto y un amigo, según lo anunciaba a los medios su hija Cynthia González, «en la zona de Pañuelo Colorado», cuando en búsqueda de carnada en una canoa a motor desapareció sin dejar rastro alguno.

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Adolfo González, nunca se volvió a saber más nada de él.

Alertadas las autoridades sobre la desaparición, empezaron los rastrillajes con buzos tácticos, agentes en lanchas y hasta helicópteros, pero sin resultados favorables. Los investigadores solamente hallaron dos tanques de nafta de la lancha que habría usado el hombre, pero el resto, es la nada misma.

Surgió entonces el dato de un supuesto ribereño de 64 años con el cual Adolfo habría tenido diferencias por la venta de un motor de canoa. Otra versión, es que Adolfo habría visto algo en ese lugar y según lo que comentó un amigo de pesca del hombre: «acá sucedió otra cosa, porque ese lugar es un corredor de narcos y él estaba en el camino en el momento que no tenía que estar, y tal vez fue raptado o lo llevaron a tierra, porque ahí es fácil enterrar todo y al otro día llovió y facilitó el trabajo. Se topó con algo feo”.

A la fecha, no hubo ningún avance que haya sobresalido en los medios. El nombre Adolfo González se suma entonces a una lista de desaparecidos y a investigaciones en «foja cero».

Luis Rubén Díaz desapareció un 2 de agosto de 2015 cuando trabajaba como sereno en una construcción de El Sauzalito. Luis había quedado cuidando los materiales de la obra pero un encargado pasó por el lugar y notó que no había rastro de Luis y que todos los materiales se encontraban descuidados. Por ello, el hombre llamó a la policía y reguardó los materiales en un lugar seguro. Desde este punto, el paradero de Luis se volvió un absoluto misterio, parecía que al capataz se lo había tragado la tierra.

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Luis Rubén Díaz, «al capataz se lo había tragado la tierra».

La policía recorrió parajes cercanos tratando de dar con el hombre pero sin resultados favorables, incluso la repercusión fue tanta que a las diligencias se sumaron los vecinos y familiares del desaparecido. Un avión «CESNA-206» sobrevoló la zona buscando en bosques, ríos y riveras, pero sin encontrar un solo rastro del hombre que ya lleva dos años sin señal de vida.

Otro caso del año 2015 es el de Sandra Leiva, la cual desapareció un 22 de septiembre a la madrugada. La investigación llegó tan lejos como Buenos Aires donde las autoridades alertaron a la policía de aquella provincia para que realicen una investigación sobre el paradero de la mujer. La desaparecida de 33 años tiene un «tiene un tic nervioso de morderse las uñas, una pequeña cicatriz en el pómulo izquierdo y en la rodilla derecha una marca de quemadura».

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Fotografía de Sandra Leiva que circuló durante un tiempo por los medios locales

Por último, un caso que dejó en vilo tanto a las autoridades como a la prensa y que dio de qué hablar a la opinión pública, fue la desaparición de Maira Benítez un 17 de diciembre del 2016 en Villa Ángela.

Por el hecho estuvo detenido un peón rural «al que se lo sindica de haberla interceptado a la salida de un boliche, ofreciéndole llevarla en su auto», como anuncia el portal digital del diario Norte. El nombre del sospechoso es Rodrigo Germán Silva de 28 años el cual se encuentra con prisión preventiva. Luego, un segundo implicado apareció en la causa, Luis Coria, el cual figura como «coautor de la privación legítima de libertad».

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Maira Benítez, un caso sin conclusión.

Los investigadores sospechan que la joven habría sido asesinada por el peón y que luego fue enterrada en el campo de un ex juez. Se realizaron entonces rastrillajes en la zona usando para ello a canes entrenados en buscar cadáveres pero sin resultados favorables. También se encontraron unas «manchas hemáticas sobre la pared de la casa del campo, son analizadas en el Instituto Médico Científico Forense (Imcif), para determinar si corresponde a Maira».

Mientras tanto, los familiares de la desaparecida acusan a las autoridades provinciales de entorpecer la causa y al gobierno provincial de no llevar ninguna campaña “en regla” para dar con el paradero de Maira. “Se limita a ofrecer una recompensa económica para el que aporte algún dato sobre su paradero. Sin embargo, la cara de Maira no aparece en la provincia”.

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Familiares de Maira pidiendo por la aparición de la muchacha

Aquí te muestro solo unos nombres, algunas de las tantas historias sin conclusión de nuestra provincia, una deuda que las autoridades tienen para con estas familias. Años de búsquedas sin resultado alguno, solamente silencio y muchas preguntas.

Carnaval trágico: muerte de Nélida Címbaro Canella y Rosa Blanca Solís

Carnaval trágico: muerte de Nélida Címbaro Canella y Rosa Blanca Solís

En este espacio te contamos la trágica historia de la familia Címbaro Canella y la peste bubónica que infestó a la provincia por los años 20 Familia Címbaro Canella y la peste bubónica, en esta ocasión el apellido Címbaro Canella vuelve a figurar en redacciones periodísticas policiales unos cuantos años después y nosotros volvemos a revivirlo.

Los carnavales convocaban, y lo siguen haciendo, a muchos chaqueños que en familia compartían un poco de ese esplendor colorido que los identificaba. El festejo alcanzaba a las localidades del interior donde se organizaban aquellos desfiles tan recordados por muchos.

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Charata cumplía también con los preparativos para el encuentro que tendría lugar un domingo 20 de febrero de 1932. Los automóviles eran adornados con motivos festivos, la ropa de fantasía pincelaba de colores vivos el deambular frenético de los habitantes de la localidad. La convocatoria del festejo era tal que los carnavales ocupaban espacios centrales en las publicaciones periodísticas, pero pocos se imaginarían que ese 20 de febrero la historia sería distinta.

Aquella noche, cuando el corso estaba en su punto culmine con la gente rodeando las calles aplaudiendo y vitoreando el paso de los vehículos, tres niñas saludaban desde uno de los automóviles en dirección al público extasiado. Entonces se vio la bengala que pareció haber salido de la nada, pronto las llamas se apoderaron de las tres pequeñas figuras.

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Las tres niñas eran Nélida Címbaro Canella (16 años), Rosa Blanca Solís (11 años) hija de un corresponsal del diario La Voz del Chaco y Aída Esther Canela, de la cual no trascendió su edad pero que era prima de la primera. Ésta última sería la única sobreviviente del trágico evento.

Algunos testigos afirmarían que las chispas de la bengala hicieron combustión con uno de los vestidos de fantasía de una de las niñas y que luego las tres fueron casi instantáneamente consumidas por una bola de fuego.

Pronto el caos se apoderó de los pueblerinos, empezaron las corridas y los gritos, el desfile se detuvo por completo mientras las llamas crecían queriéndolo consumir todo. Familiares de las víctimas y vecinos intentaban apagar el fuego, algunos metiéndose en ese infierno para socorrer a las muchachas. Luego de un inmenso esfuerzo, finalmente pudieron sacarlas de ese caos de llamas.

En una nota al diario La Voz del Chaco un tal Pedro Solís se refiere a un médico, Viriato de Llamas, el cual se habría negado a prestarle los primeros auxilios a su hija cuando con ayuda de un vecino pudieron trasladarla hasta la casa del galeno. Según la nota, el periodista se refiere al médico como “poco ético”, aseguraría que Viriato les habría sugerido que llevasen a la niña a otro doctor de la localidad.

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(Sepan disculpar la mala calidad de imagen)

El resultado de aquella noche caótica fueron dos muertes absurdas donde los colores del carnaval se fundieron con las llamas. A pesar de las historias paralelas que surgieron luego del incidente, donde por ejemplo mujeres reconocidas de la sociedad de aquella época les dedicaban poemas a las dos niñas muertas, ejemplos como éste abundan en las publicaciones periodísticas antiguas, nada más se habló sobre las víctimas y sus familias.

Lo que pasó con el médico nunca se supo, en ninguna publicación se mostraba si hubo acaso alguna sanción al respecto, tampoco se supo qué fue de los familiares de las niñas. Todo quedó sepultado por hechos más actuales que iban cubriendo aquellas muertes sin sentido que cambiaron a los carnavales de la localidad para siempre.

El trágico carnaval de 1932 ahora es sólo un recuerdo. Un apellido conocido que volvía a ser golpeado por la tragedia y que enlutaba las publicaciones periodísticas de aquellos años. Con Bajo La Lupa revivo este caso en formato “microcrónica” que quedó en el olvido y que solo algunos pocos recordarán por el inmenso impacto que tuvo en la sociedad de aquel entonces.  Gracias por leerlo.

Bibliografía: Diario «La Voz del Chaco»

Archivo Histórico «Monseñor José Alumni»

El monstruo de La Tambora: Caso María Ángela Genó

El monstruo de La Tambora: Caso María Ángela Genó

Cuando Machagai aún no se recuperaba del todo de las correrías de los famosos bandidos, o justicieros sociales dependiendo de quién lo mire: Isidro Velázquez y Vicente Gaúna, un hecho volvió a teñir de una pana negra a las crónicas policiales de la época. Y es que a finales de los años sesenta, en la localidad de Machagai más específicamente en el paraje La Tambora, un misterio dejó paralizado a todo un pueblo.

María no aparece

Carlos Genó esperaba el regreso de su hija María Ángela del colegio. La niña debía andar en su bicicleta unos 4 kilómetros hasta alcanzar la casa de campo de la familia, pero por algún motivo aquel día, 26 de agosto de 1968, la niña de 11 años tardaba en llegar. Al principio, el padre de la familia se tomó con naturalidad el retraso, pero las horas pasaron y la familia empezó a preocuparse. Entonces tomó le sensata decisión de dirigirse hasta el colegio. A mitad de camino se encontró con la bicicleta abandonada de su hija y junto a la misma el portafolio que ésta llevaba al colegio. Alrededor solamente el espeso monte, ni un rastro de María, ni un sonido. Tal vez, lo primero que atinó a hacer Carlos fue llamarla en voz alta, pensando que por algún motivo la niña se había salido del camino por algo. Nadie respondería a sus llamados. Entonces empezó a preocuparse de verdad, aquello no era normal. Fue cuando notó una nota colgada de un hilo de uno de los manubrios de la bicicleta.

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En la misma un escrito a mano anunciaba que María había sido secuestrada, que pedían 400 mil pesos por el rescate, que el pago debería hacerse en tal lugar especificado en la nota y que si la familia se contactaba con la policía la matarían. Al pie, la nota era firmada por: «el primo de Gaúna»,  lo que se interpretó como una alusión a un grado de parentesco con el célebre bandolero Vicente Gaúna, quien no hacía mucho había caído abatido por las balas policiales junto a su compañero Isidro Velázquez.

Carlos recorrió los montes llamando a su hija en voz alta pero sin ningún tipo de respuesta, María se había desvanecido.  El terror empezó a apoderarse del hombre y sin saber muy bien cómo reaccionar contactó con sus vecinos los cuales se acercaron al lugar donde estaba abandonada la bicicleta, y acompañando al padre, buscaron por los montes aledaños a la menor. Nada, María no aparecía.

Según medios de la época, la cita convenida por el o los raptores era a las 18:30 horas del mismo día, el lugar sería en un camino que desemboca en Las Garcitas donde un pañuelo indicaría donde la familia debería depositar el dinero. Carlos cumplió con su parte del trato pero los secuestradores faltaron al encuentro. No se supo si ellos se llevaron el dinero y no se contactaron en lo absoluto o si acaso, el dinero nunca fue retirado del lugar convenido.

Pronto se dio aviso a la policía haciendo caso omiso de las advertencias del o los captores. Los oficiales empezaron a movilizar patrullas, las cuales causaron un espectacular revuelo en el pueblo a la vez que se iniciaron también rastrillajes por la zona. A pesar de todo el movimiento, la policía se mostró hermética tanto con los pobladores como con la prensa.  De pronto Machagai, escenario hacía no mucho de espectaculares crónicas policiales, volvía a estar ante la mirada atenta de los periodistas.

El plan de la policía, luego del fallido episodio con el dinero y María que seguía sin aparecer, habría sido confiar en que los raptores volviesen a contactarse con la familia Genó y ahí encontrar la posibilidad de dar con ellos. Esto nunca ocurrió. La tensión se palpaba, la policía no se atrevía a hacer un movimiento en falso. Todo el pueblo esperaba el desenlace, cual sea, de la misteriosa desaparición de María Ángela Genó.

El dolor de la familia Genó

En las crónicas policiales de la época se podía apreciar lo que fueron los siguientes días al rapto en la casa de la familia Genó, compuesta por Carlos, su hijo Néstor de 25 años y su mujer. La familia permitió a la prensa ingresar a la vivienda para dar algunos escuetos testimonios. Según la mirada de los cronistas de diferentes medios, casi todos coincidían en que la familia se derrumbaba. La madre permanecía encerrada en su habitación, el hijo se mostraba nervioso ante las preguntas de los periodistas y hasta un poco desconfiado con la poca información que se tenía sobre el caso, por su parte, Carlos balbuceaba respuestas de frustración ante un hecho que él tal vez no terminaba de comprender del todo, a pesar de ello el padre de familia tenía fe en que el captor devolvería a su hija con vida.  Un fotógrafo intentó sacar una foto desde el interior de la casa y Carlos lo detuvo diciendo que prefería una foto más alegre, por ejemplo, una donde todos sonreían con María de vuelta en su casa. Nadie se opuso y ningún flash iluminó el hogar de los Genó.

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Vecinos, director y maestras del colegio al que concurría María también dieron declaraciones a la prensa, todos coincidían en lo mismo, tenían miedo por el destino de María y no terminaban de entender cómo pudo haber pasado aquello.

Cada vez que la prensa hablaba con algún funcionario policial, la respuesta era: «no hay novedades». Además de que se palpaba un confuso hermetismo. A pesar de que no había novedad alguna sobre la desaparición, los movimientos en el pueblo continuaban.

Era tal el miedo que había originado la desaparición de María, que la gente casi no salía de su casa y el ausentismo escolar era absoluto. Las autoridades se mostraban preocupadas por la situación, como lo atestiguan ciertas notas publicadas en algunos periódicos donde los redactores enfatizaban la palpable tensión en aquel paraje, como la calma antes de una feroz tormenta.

Los vecinos se sumaron a los rastrillajes realizados por la policía, sin ningún resultado positivo. Entonces, pronto empezaron los rumores. Algunos sostenían que ya habían hallado a la niña Genó, sosteniendo incluso que había una mujer comprometida.

Empiezan los rumores

Otro rumor: la niña supuestamente habría sido encontrada con vida, estaba en la casa de unos familiares prestando declaración a la policía. Otra versión, la más desalentadora de todas por cierto, anunciaba que la niña seguía capturada y que la policía ya tendría en la mira a los supuestos captores. Sobre esto, la policía también guardó silencio. A estas alturas el caso se transformó en rumores y datos poco certeros.

Pocos días después del secuestro, el pueblo se sorprendió a la medianoche por el intenso movimiento policial, las linternas cortaban la oscuridad absoluta del monte. Otro revuelo que quedaba en la nada.

A cargo del caso estaba el inspector general Exequiel Acevedo, quien se mataría en un aparatoso accidente pocos días después aún con el caso sin resolver, agregando más dramatismo a la desaparición de María.

Pasaban los días y María no aparecía, entonces la palabra «muerte» empezó a inundar algunos medios como una posible y terrorífica realidad.

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La peor noticia

El martes 3 de septiembre de 1968, los chaqueños se levantaban con la peor noticia:

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El cuerpo de la menor fue encontrado un lunes 2 de septiembre a las 16:15 en el monte de los alrededores a la vivienda de los Genó. Según información oficial, José Ivanovich guió a la policía hasta donde se encontraba el cuerpo en avanzado estado de descomposición. Esta tarea no fue nada fácil porque José parecía no recordar del todo dónde se encontraba el cuerpo, o tal vez hacía tiempo para retrasar el desenlace de su detención, pero la cuestión es que la policía junto al presunto raptor y asesino recorrieron varios montes de la zona hasta dar con el cadáver.

Cuando dieron con el cuerpo, aún vestido con su guardapolvo, José alcanzó a decirle a un oficial: «yo los voy a ayudar para que encuentren al culpable de esto…».

José repetía que él no había matado a la muchacha, que los asesinos eran otros. Gracias a las pericias realizadas en el lugar se pudo saber que María había sido asesinada de tres balazos el mismo día de su captura, entonces surgen las preguntas obligatorias: ¿por qué la mataron? ¿Por qué los captores se negaron a aceptar el pago de la familia Genó?

Los entonces presuntos autores del hecho serían los hermanos José y Jorge Ivanovich de 23 y 25 años, estos vivían en las proximidades al campo de los Genó y conocían muy bien a la familia, incluso tenían buenas relaciones con ellos. A pesar de las pruebas en su contra, los supuestos asesinos de María negaron cualquier implicancia en el hecho sosteniendo, según la policía, ingeniosas coartadas.

José Ivanovich al verse acorralado por la policía, cuando no pudo sostener más aquellas “firmes” coartadas, apuntó a varias personas como los verdaderos autores del asesinato, tiraba nombres y apellidos, pero nada le sirvió de mucho.  Los medios locales enfatizaban en que José daba respuestas sínicas a las preguntas de los investigadores, casi burlándose de la situación y que mantenía una frialdad absoluta cuando se refería a lo que había pasado.

El traslado de los hermanos Ivanovich a la comisaría de Machagai fue espectacular, muchos patrulleros  se unieron en el traslado cuidando de que nadie se acercase. A pesar de ello la gente se agolpó en la comisaría para intentar verles el rostro a los asesinos de la niña Genó.

El forense y juez Sixto Peón, ordenó que se le realizara inmediatamente una autopsia al cuerpo de María. La misma tuvo lugar en una galería de la comisaría ya que el hospital no estaba preparado para tal procedimiento. Nuevas notas periodísticas surgieron de esta situación donde médicos reclamaban por mejorar la situación de los hospitales los cuales no se encontraban equipados para las necropsias. La autopsia de María no contó con todos los elementos necesarios para hacer un concienzudo estudio del caso. El resultado fue que la niña recibió dos disparos en el pecho y uno en la región abdominal por un rifle calibre 22 mientras permanecía acostada. Otro informe indicaría que los disparos se produjeron de espaldas y que no había sido abusada.

Hermanos Ivanovich

Centrémonos por un momento en los hermanos Ivanovich. El método de extorsión ya lo habían utilizado antes, incluso con vecinos de la zona, mandaban cartas amenazantes exigiendo cosas y por ello fueron detenidos en una ocasión. José Ivanovich fue puesto en libertad con el tiempo, trasladándose por un tiempo a Capital Federal y luego retornando a La Tambora donde se encontraba el resto de su familia.

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La nota que los captores habían dejado en la bicicleta de María fue analizada por expertos caligráficos  que la compararon con las viejas notas amenazantes, todo encajaba, los autores de las cartas eran los hermanos Ivanovich.

La familia Ivanovich, compuesta por 6 hermanos, estaba pasando un buen momento económico con un campo de 500 hectáreas, incluso, hay quienes afirman que estaban mejor que los Genó, los cuales en cambio tenían un terreno de unas 100 hectáreas.  Ambas familias se conocían bien, no había rivalidades entre ellos. La policía sostuvo que María fue asesinada porque ésta habría reconocido a sus captores y que también por ello había aceptado bajarse de su bicicleta y acompañarlos al monte.

Finalmente tuvo lugar el entierro de María, todo el pueblo fue a despedirla, Carlos Genó se mostraba taciturno, su mujer había enfermado del corazón y estaba internada en un sanatorio. Aquel día, se suspendieron las clases, todo el mundo estaba en el velorio de María.

La noticia surgió casi de imprevisto a medida que la investigación avanzaba. Debajo de unos planteros de la casa de una tal Basilia Isabel Villalba, ubicada a unos dos kilómetros de donde se encontró el cuerpo de María, apareció el rifle calibre 22 marca Rubí con el que habrían matado a la niña. José Ivanovich terminaría confesando que había sido él quien le había dado el arma a su amiga para que la escondiese y que incluso había sido el responsable de asesinar a la menor. El hombre contó a los investigadores cómo había planeado capturar a la niña, ganándose su confianza para luego llevarla al monte dejando aquella nota en el manubrio de la bicicleta. Según él, ante el repentino movimiento que causó la desaparición de María decidió, con monstruosa frialdad, matarla.

Movimientos en la noche

Luego de matar a María huyó a un sector particularmente frondoso del monte, a 500 metros del cadáver, y esperó la noche para volver a moverse.  Aprovechando la oscuridad absoluta se dirigió a casa de Basilia, a la cual le pidió que le escondiese el arma. La mujer además habría incinerado los zapatos del asesino, para que no pudieran identificarlo con las huellas en el lugar del rapto. Ésta negaría hasta el final de las crónicas sobre el caso cualquier implicancia con el asesinato de María.

Mi trabajo

A medida que Bajo la lupa avanza en casos policiales ocultos entre pliegues polvorientos de viejos diarios, no puedo dejar de apreciar, con rigor periodístico, que el Chaco guarda historias escalofriantes, de esas que hacen a uno decir “la realidad supera la ficción”. Y es que sí, al tratar estas crónicas nunca sé con qué me voy a encontrar del todo y eso tal vez es lo que hace apasionante a este trabajo. Desde mi parte quiero repetir una consigna que me planteé desde el primer día cuando se gestaba la idea de este sueño semicumplido: recordar a las víctimas, sus rostros, sus nombres y sobre todo, lo que había pasado. No es mi fin alimentar el morbo, hilarizar una muerte horrorosa y mucho menos causar daño, al contrario, a través de estas páginas digitales quiero que vos lector conozcas una porción de esta gran historia que contiene nuestra provincia, tal vez esa que muchos se niegan a recordar pero que considero es necesaria no olvidarla. Gracias por leerme y hasta la próxima.

Fotos: Gentileza Diario Norte

El brutal homicidio del arquitecto Solís

El brutal homicidio del arquitecto Solís

La mañana del lunes 19 de marzo de 1990 quedaría en la historia de las cónicas policiales chaqueñas como el inicio de un homicidio que dejaría paralizada a la opinión pública. Esa mañana, los vecinos no pudieron soportar ya la peste que emanaba de la vivienda ubicada en Julio A. Roca 422, en pleno centro de la capital chaqueña. El olor era tan intenso que lograba escabullirse a la vereda invadiéndolo todo de un dulzón pútrido. Ante el aviso de los vecinos, la policía arribó a la vivienda del arquitecto Solís y forzó la entrada. La peste en el interior era insoportable.

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Luego se sabría que fueron 80 las puñaladas, no 45 como muestra la imagen.

En una habitación, el cadáver apenas reconocible del arquitecto Solís era parte de una escena violenta que abarcaba gran parte del lugar. La cama estaba desordenada con manchones de sangre en las colchas y colchón. Ante la llegada de los peritos forenses se constató que el cadáver tenía más de 80 apuñaladas y el cráneo hundido por fuertes golpes (12) con un arma contundente de considerable tamaño. Se supo que el cadáver de Mario Gustavo Solís contaba ya con 4 días de muerto, era empleado de la municipalidad de Resistencia y docente la Universidad del Nordeste

Por el tipo de homicidio, los investigadores partieron de la hipótesis que tenía las características de ser pasional. Alguien opinó que aquel tipo de homicidio, además de ser claramente pasional, se podría encuadrar en una especie de ajuste de cuentas al «estilo de las parejas homosexuales», tener en cuenta que éste era un tema particularmente sensible en la sociedad de aquel entonces. Así, la investigación se centró en la vida sexual de Solís y todo tipo de relaciones que mantenía con compañeros de trabajo, amigos o vecinos.

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Los investigadores se introdujeron en un, citado por algunos medios locales «submundo homosexual». Esas investigaciones los llevaron a boliches o fiestas donde se creía que funcionaban esos «grupos». Los resultados de aquellas investigaciones no fueron favorables pero sí dieron cuenta de una subcultura que escapaba a los ojos más tradicionalistas de la sociedad chaqueña y correntina de los años 90. Con el impulso de los medios, la opinión pública simplificaba en que el asesinato bestial de Solís tenía alguna explicación en ese ámbito desconocido, oculto y censurable de la homosexualidad. Aquella era la única explicación que podían encontrarle a las demenciales 80 puñaladas en el cadáver de Solís.

Otra hipótesis que surgió de la investigación, fue que el móvil principal habría sido el robo, ya que en la vivienda de Solís faltaba ropa y había mucho desorden, la habitación había sido revuelta. De todas formas, aquello no explicaba del todo el ultraje al cadáver del arquitecto.

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En los medios surgió otra hipótesis, que supuestamente se inició a partir de las investigaciones de los profesionales, donde se sostenía que Solís había estado de «levante» en la terminal de colectivos, y que al no efectuarse el pago por el servicio, éste fue asesinado.

Pronto el caso tuvo un detenido, nunca surgió la identidad del mismo, pero se creía que era compañero de trabajo de Solís. Los investigadores anunciaron a los medios que el caso pronto estaría resuelto y que seguían una «firme línea» para dar con el asesino del arquitecto. Todo parecía estar yendo viento en popa, el caso Solís estaba prácticamente resuelto y quedaría como un mal recuerdo, una pequeña mancha en la historia chaqueña. La historia cambiaría enseguida.

La autopsia realizada al cadáver dio como resultado que las 80 apuñaladas fueron realizadas con un cuchillo de «escasa longitud» tipo «serrucho», los clásicos de mesa. También se supo que primero fueron los golpes en la cabeza, los cuales lo dejaron inconsciente, luego tuvieron lugar las apuñaladas que serían las causantes verdaderas de muerte del arquitecto. El móvil del robo aún no estaba del todo descartado, algunos especialistas en la materia sostenían que el ladrón quiso confundir a los peritos para que el caso pareciera ser pasional, de todas formas, esta hipótesis cada vez perdería más fuerza con el avance de la investigación.

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En los medios locales de la época empezaron a verse publicaciones en donde se hablaba con poco tacto sobre el estilo de vida de Solís y cómo éste fue detonante para el triste final. Las investigaciones sobre el círculo íntimo de Solís trajo muy pocos resultados, incluso en aquellos ámbitos donde supuestamente frecuentaba la víctima, sumamente cerrados ante las autoridades por los constantes choques que había entre unos y otros.  A Solís no se le conocían enemigos y los vecinos no podían dar mayor información sobre la vida del arquitecto, el caso volvía a estancarse.

En el ámbito profesional Solís era respetado, incluso se encontraba realizando un proyecto para la Secretaría de Obras Públicas de la Municipalidad, además era docente de la cátedra de Desarrollo Urbano I de la Facultad de Arquitectura. La idea de que aquel personaje pudiese tener enemigos quedaba cada vez más sepultada ante el sentido común, de todas formas, el cadáver de Solís seguía mostrando las 80 puñaladas y esos bestiales 12 golpes en el cráneo. Así, un caso que se mostraba simple, de solución rápida, tenía matices complejas y lejos de dar con un resultado alentador.

Era tal el descuido en el tratamiento del tema, el poco tacto ante la muerte del arquitecto, que el caso Solís empezó a dar lugar a opiniones sobre aquel «submundo» homosexual que proliferaba en la provincia y que, ante la mirada de todos, era el culpable de la muerte. En una nota del diario Norte, titulada: ¿Quién durmió con el arquitecto Solís? Mostraba en pocos párrafos el poco tacto ante una muerte que era minimizada en cuestiones carnales, tratamiento casi inevitable de un sector de la población que se creía se manejaba de aquella manera y que la mejor prueba era el cadáver desecho del arquitecto Solís.

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En la cama de Solís fueron encontrados manchones de sangre y junto a la cama había un colchón en el suelo con ropa de cama. Aquello atestiguaba que alguien había dormido junto al arquitecto y se empezaron a plantear hipótesis de que podría ser el posible asesino.

En los medios surge la figura del juez Alejandro Parmetler, el cual estuvo a cargo del caso, y quien aseguraba a los medios que el caso estaba pronto a resolverse. A pesar de ello, el único detenido del caso Solís fue liberado por falta de méritos y a pesar de las palabras del juez, la opinión pública no estaba del todo segura hacia dónde se dirigía la investigación. La incertidumbre crecía con el paso de los días y las autoridades culpaban al lento avance del caso al «cerrado mundo homosexual» que «accidentaba» la investigación al otorgar pocos datos sobre la víctima. El círculo de sospechosos se cerró finalmente en tres individuos que permanecieron anónimos, pero que se sabía mantuvieron algún tipo de relación con el arquitecto.

Los peritos aseguraban que al asesinato lo realizaron dos personas, incluso la prensa se refirió a un desconocido que había sido visto saliendo de la vivienda del arquitecto a avanzadas horas de la madrugada el día del crimen. Siguiendo la pista de estos tres personajes anónimos la policía les siguió el rastro. Los medios anunciaban que estos individuos trabajaban en uno de los tres poderes de la provincia y que otro era un alumno universitario, el cual habría mantenido algún tipo de relación con Solís. Nada de esto pudo ser comprobado.

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Un martes 17 de julio de 1990, 4 meses después del hallazgo del cadáver del arquitecto, Resistencia amaneció con la sorpresiva e inesperada noticia de que los supuestos asesinos del arquitecto Solís habían confesado el crimen. Estos eran dos vendedores de 21 y 18 años, Félix Rubén Salazar (18) y Juan Carlos Barrios (21), estos distanciados del perfil que habían creado los investigadores de los posibles homicidas. Ninguno pertenecía a ese íntimo círculo de amigos o conocidos del arquitecto Solís. Salazar y Barrios fueron los que se llevaron la ropa del arquitecto, incluso esto fue lo que los terminó condenando ya que uno de ellos había vendido una campera que pertenecía al arquitecto, la persona que compró la campera se contactó con la policía y con el resultado de una rápida investigación dieron con los autores del crimen. En los medios replicaron testimonios de Parmetlier quien anunciaría que condenaría a los acusados a cadena perpetua.

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La historia del homicidio de Solís iniciaba entonces un domingo por la noche en plenos corsos. Allí Solís habría conocido a sus homicidas, incluso los había invitado a pasar varios días en su casa con la promesa de darles ropa y dinero. Supuestamente, Solís no había cumplido con la entrega del dinero y esto habría sido el detonante del bestial homicidio. El crimen, según las declaraciones de Barrios y Salazar, lo habrían cometido el viernes 16 de marzo alrededor de las 5 de la mañana. En la confesión Barrios dijo que «no aguantaba más, no podía dormir por las noches, esto (confesar) es lo mejor». Los muchachos agregaron que eran 3 en un principio, pero que uno de ellos se habría ido temprano dejando a Solís a solas con los otros dos.

Según la declaración de Barrios: «él nos había prometido durante toda la semana darnos dinero y ropa, pero no cumplía y el jueves nosotros planeamos robarle la ropa y escapar, dejándolo nocaut con un golpe, pero después tuvimos miedo que nos denunciara. El viernes, él (Solis), había dicho que teníamos que dormir temprano porque estaba cansado, pero nosotros sabíamos que iba a dormir «pesado» porque así ocurría cuando tomaba cerveza… no nos decidimos a golpearlo, a darle un martillazo con la maza de madera, y así estuvimos por más de una hora, hasta que tuve que hacerlo yo».

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Por su parte Salazar confesaría que «»Barrios me propuso matarlo y yo estuve de acuerdo». Ninguno de los dos dio explicaciones de por qué tanto ensañamiento con el arquitecto, cuando se les preguntó por ello se limitaban a alzarse de hombros con cierta indiferencia.

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La historia termina acá, con las detenciones de los homicidas del arquitecto Solís. Como solemos decir en este espacio, un caso no es un hecho aislado, en una muerte uno puede inmiscuirse en cuestiones sociales de la época y entender tal vez por qué cierta cosas sucedieron. Sin estar obligados a hacer un exhaustivo análisis sociológico, no podemos dejar de impresionarnos con ciertos casos como éste donde una muerte pone ante la vista de todos las cuestiones sociales que afectan una época. La muerte de Solís es inexplicable, a pesar de pertenecer a un contexto clave, el resultado que fue la aparatosa muerte del arquitecto no puede ser comprendida del todo. Lo que sí podemos afirmar es que sucedió y nos negamos a olvidarla.

Bibliografía

Archivo General de la Provincia «Monseñor José Alumni«

Diario Norte